sábado, 20 de agosto de 2011

La boleta

A veces no entiendo porque me da un poco de rabia mi papá. Lo pensé mientras me lavaba los dientes. Creo que tengo una boleta pendiente con su nombre.
Recuerdo cuando a los 10 años, en Valdivia, me arrastraron por las escaleras de una casa con chimenea porque las cachetadas y los golpes no habían sido suficientes. Más que los golpes contra los escalones, creo que lo que más me dolía eran las uñas al tratar de afirmarme. Ella me tenía bien agarrada de los pies. Él estaba durmiendo siesta en el sillón. Cuando sintió mis gritos, abrió los ojos, miró de reojo, los volvió a cerrar. Me acuerdo que pensaba que no me quería morir. Ella, me dejó afuera de la casa. Como dos horas. Tenía más frío que la chucha. Desde ahí yo creo que empecé a dejar de quererla.
Mi papá sigue sentado en el sillón, a veces abre los ojos y los vuelve a cerrar. Siempre está demasiado ocupado durmiendo como para ser un contrapeso.