miércoles, 2 de febrero de 2011

No surprises

A medida que los sonidos del piano empezaban a avanzar, yo cruzaba los dedos para que en la canción no apareciera ningún mal acorde. Tenía que conservarse así, dándome esscalofríos en el cuello, apretándome la garganta, siendo eterna.
Una tarde, estuve apoyada en su pecho, cordinando mi respiración con la suya, mientras el dormitaba quizás. Y sentí la misma sensación de angustia por ser tan feliz. Por no querer que esos acordes se terminen o se ensucien. Por mantener mi respiración acompasada a una ajena.
Pero las canciones y los momentos como esos, se diluyen y se olvidan y a veces resucitan con los mismos escalofríos.